Jean Jacques Rousseau y su fetiche secreto: El placer de la humillación

El Primer Spankee oficial de la historia

Jean-Jacques Rousseau (1712–1778), uno de los filósofos más influyentes del siglo XVIII, es reconocido como padre de la pedagogía moderna y una de las mentes más brillantes de la Ilustración. Obras como El contrato social y Emilio, o De la educación son pilares del pensamiento occidental. Pero detrás del genio racionalista se escondía un hombre atormentado por pasiones oscuras, confesadas sin pudor en su obra autobiográfica Las Confesiones.

El deseo por el castigo: los orígenes

Desde niño, Rousseau experimentó una atracción insólita hacia la humillación física, en especial los azotes. Fue una mujer que cuidaba de él, Mademoiselle Lambercier, quien despertó ese deseo. Un castigo leve, casi maternal, bastó para dejar una marca imborrable:

“El momento en que me azotó por primera vez fue también el momento en que sentí una extraña mezcla de vergüenza y placer… Un estremecimiento del cuerpo que se alojó para siempre en mi alma.”

Rousseau no solo admitía su fetichismo con total apertura, sino que lo asociaba al afecto, a la necesidad de ser contenido, incluso amado a través del castigo.

Azotes en la penumbra: la confesión más oscura

Lo más impactante —y poco conocido fuera de círculos especializados— es que Rousseau, ya de adulto, buscaba recrear ese placer de manera clandestina. Contrataba mujeres de bajos recursos, muchas veces prostitutas, a quienes pedía ser azotado o nalgueado en rincones oscuros de París. Callejones, patios traseros o incluso escaleras poco transitadas se convertían en escenarios de una práctica íntima que combinaba erotismo, vergüenza y sumisión.

Lo más curioso es que, según sus propias palabras, muchas veces estas mujeres no comprendían del todo el fetiche: lo veían como una rareza más de un cliente excéntrico. Pero para Rousseau, esos momentos eran liberadores, una conexión con lo más profundo y primitivo de su psique.

¿Contradicciones o revelaciones?

¿Cómo reconciliar esta faceta con el autor que proclamaba que el ser humano es naturalmente bueno? La respuesta está en su idea de autenticidad. Rousseau fue un adelantado a su tiempo, no por su perversión (como algunos moralistas quisieron etiquetarlo), sino por atreverse a hablar de ella sin vergüenza.

Su vida demuestra que la contradicción no es debilidad, sino parte de la complejidad humana. Mientras escribía sobre la libertad política, se entregaba a fantasías de sumisión. Mientras defendía la educación del alma, se perdía en la noche parisina en busca de azotes redentores.

Un precursor del BDSM ilustrado

Hoy, el fetiche de Rousseau podría catalogarse dentro del amplio espectro BDSM, específicamente en prácticas de spanking, disciplina y sumisión. Lo interesante es que él no lo vivía como una perversión patológica, sino como una necesidad afectiva y emocional. En su universo personal, el dolor físico se convertía en una forma de consuelo, de pertenencia… de placer.

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